SEMANA POR LA UNIDAD Y EL COMPROMISO COMUNITARIO DE LAS Y LOS CRISTIANOS. 2011
Unidas y unidos en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan, la oración, el servicio solidario y el compartir los bienes (cf. Hch 2,42)
Preparados conjuntamente por el
Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y cristianas a
Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias
A TODAS LAS PERSONAS QUE ORGANIZAN LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS Y CRISTIANAS
Buscar la unidad durante todo el año
Tradicionalmente, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el período entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo. Esta elección tiene un significado simbólico. En el hemisferio Sur, donde el mes de enero es tiempo de vacaciones de verano, se prefiere adoptar igualmente otra fecha, por ejemplo en torno a Pentecostés (sugerido por el movimiento Fe y Constitución en 1926) que representa también otra fecha simbólica para la unidad de la Iglesia.
Guardando esta flexibilidad de espíritu, les animamos a considerar estos textos como una invitación para encontrar otras ocasiones, a lo largo del año, y expresar el grado de comunión que las Iglesias ya han alcanzado, y orar juntas para llegar a la plena unidad querida por el Maestro de Galilea.
TEXTO BÍBLICO
(Hch 2, 42-47)
Todas y todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de las y los apóstoles, de compartir lo que tenían, de celebrar la cena de Jesús y de participar en la oración. Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por las y los integrantes de la comunidad. Las y los creyentes, vivían de mutuo acuerdo y todo lo compartían. Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual. A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, celebraban en familia la cena fraterna (ágape) y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. Toda la gente las y los miraba con simpatía. Por su parte, el Espíritu de Jesús colaboraba para que aumentase cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
INTRODUCCIÓN AL TEMA
La Iglesia de Jerusalén y nuestras iglesias ayer, hoy y mañana
Hace dos mil años, los primeros discípulos y discípulos de Jesús, reunidas y reunidos en Jerusalén tuvieron la experiencia de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Cristianas y cristianos de siempre y de todo lugar ven en este acontecimiento el origen de su comunidad de fieles, llamadas y llamados a proclamar juntos a Jesucristo como el portador de una Palabra de salvación y quien propone un Proyecto de Vida Digna. Aunque esta Iglesia primitiva de Jerusalén ha conocido dificultades, tanto exteriormente como en su seno, sus integrantes han perseverado en la fidelidad, en la comunión fraterna, en la fracción del pan, en las oraciones, en el compromiso con la transformación de su entorno social.
No es difícil constatar que la situación de las y los primeros cristianos de las primeras comunidades se vincula hoy a la Iglesia de Jerusalén. La comunidad actual conoce muchas alegrías y sufrimientos que fueron las de la Iglesia primitiva: sus injusticias y desigualdades, sus divisiones, y también su fiel perseverancia y su consideración de una unidad mayor entre las y los cristianos.
Las Iglesias de Jerusalén nos hacen actualmente entrever lo que significa luchar por la unidad, y por el respeto de la dignidad humana, incluso en las grandes dificultades y luchas por crear una sociedad justa, libre de la violencia y de la opresión impuesta por el estado de Israel. Nos muestran que la llamada a la unidad puede ir bien más allá de las palabras y orientarnos de verdad hacia la construcción en la cotidianidad del proyecto del Reino de Dios, que se va gestando en las luchas comunitarias por lograr mejores condiciones de vida para todos y todas.
La llamada a la unidad llega este año desde Jerusalén, la Iglesia madre, a las Iglesias del mundo entero. Conscientes de sus propias divisiones y de la necesidad de hacer ellas mismas mucho más por la unidad del Cuerpo de Cristo, las Iglesias de Jerusalén piden a todos los cristianos redescubrir los valores que constituyen la unidad de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, cuando era asidua a la enseñanza de los Apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan, a las oraciones y a compartir los bienes, según las necesidades de cada persona. He aquí el desafío que tenemos hoy, las y los cristianos de nuestras comunidades de fe en República Dominicana. Los cristianos de Jerusalén piden a sus hermanos y hermanas hacer de esta semana de oración la ocasión de renovar su compromiso para trabajar por un verdadero ecumenismo, arraigado en la experiencia de la Iglesia primitiva, que sea capaz de incidir en la transformación de una sociedad injusta y excluyente. Para esto el liderazgo de las iglesias tienen que asumir un compromiso con su construcción.
Cinco elementos claves de unidad y de compromiso
Las oraciones de 2011 para la Semana de oración por la unidad de los cristianos han sido preparadas por los cristianos y cristianas de Jerusalén, que eligieron el tema de los Hechos 2,42: “Eran asiduos y asiduas a la enseñanza de las y los apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.” Este tema nos recuerda los orígenes de la primera Iglesia de Jerusalén; invita a la reflexión, a la renovación, y al compromiso social, desde la fe; nos motiva a una vuelta a los fundamentos de la fe; invita a recordar el tiempo en que la Iglesia era aún indivisa. Cinco elementos se presentan para meditar este tema; fueron características destacadas de la comunidad cristiana primitiva y son esenciales para la vida de toda comunidad cristiana. En primer lugar, las comunidades primitivas transmitieron la Palabra. En segundo lugar, una de las características destacadas de la primera comunidad que creía cuando se reunía, era la comunión fraterna (koinonía). Una tercera característica de la Iglesia primitiva consistía en celebrar la Eucaristía (la “fracción del pan”), en memoria de la Nueva Alianza que Jesús realizó a través de su vida solidaria, de su fidelidad hasta la muerte y de su resurrección. El cuarto aspecto era la ofrenda de una oración continua. El quinto es el servicio a la comunidad y sobre todo a las y los más empobrecidos y excluidos (diakonía). Estos cinco elementos son los pilares de la vida de la Iglesia y de su unidad.
La comunidad cristiana de la tierra de Jesús propone poner de relieve estos elementos fundamentales y ruega por la unidad y la vitalidad de la Iglesia extendida por el mundo. Las y los cristianos de Jerusalén invitan a sus hermanas y hermanos en todo el mundo a unirse a su oración en su lucha por la justicia, la paz, la solidaridad y el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas, de la naturaleza, y de todos los seres vivos que habitan el planeta tierra.
TEXTOS BÍBLICOS, MEDITACIONES Y ORACIONES PARA EL NOVENARIO
Día primero: La Iglesia de Jerusalén
Lecturas
Hechos 2, 1-12 Al llegar el día de Pentecostés
Juan 14, 15-21 El Espíritu de la verdad
Comentario
El planteamiento de esta Semana de oración por la unidad de los cristianos parte de Jerusalén, el día de Pentecostés, es decir, en el momento en que la Iglesia inicia su propia marcha.
El tema del Octavario es: “Unidos en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y la oración”. “Ellos” designa la Iglesia primitiva de Jerusalén, nacida el día de Pentecostés en que el Paráclito, el Espíritu de verdad, descendió sobre los primeros creyentes. Todas las personas viven en la continuidad del día de Pentecostés, viven en la continuidad de la Iglesia primitiva de Jerusalén y su responsable, Santiago. Esta Iglesia es nuestra Iglesia madre de todos y todas. Es un modelo para trabajar en la unidad de las y los cristianos.
La Iglesia actual de Jerusalén vive especialmente su continuidad con la Iglesia apostólica de Jerusalén a través del costoso testimonio que ella da de la verdad. Su testimonio dado por el Evangelio y su lucha contra las desigualdades e injusticias nos recuerdan que la oración por la unidad de los cristianos es inseparable del compromiso con una sociedad fundamentada en la paz y la justicia.
Oración: Dios misericordioso y comunitario, que has reunido a las y los primeros cristianos de Jerusalén por el don del Espíritu Santo, desafiando así el poder humano del Imperio romano. Haz que, como la primera Iglesia de Jerusalén, podamos reunirnos en la dignidad de anunciar y vivir la buena noticia de la reconciliación y de la paz, por todas partes donde existen desigualdades e injusticias. Te lo pedimos en nombre de Jesucristo. Amén.
Día segundo: Muchas personas en un solo cuerpo
Lecturas
1 Corintios 12, 12-27 Hemos recibido en el bautismo un mismo Espíritu a fin de formar un solo cuerpo
Juan 15, 1-13 Yo soy la vid verdadera
Comentario
La Iglesia de Jerusalén descrita en los Hechos de los Apóstoles es el modelo de la unidad que buscamos actualmente. Como tal, nos recuerda que la oración por la unidad de los cristianos y cristianas no puede contemplar la uniformidad, ya que la unidad se caracterizó desde el principio por una gran diversidad. La Iglesia de Jerusalén es el modelo de la unidad en medio de la diversidad y pluralidad.
El relato de Pentecostés en el libro de los Hechos nos dice que, ese día, todas las lenguas y culturas del antiguo mundo mediterráneo y que estaban representadas en Jerusalén, la gente oía el Evangelio en sus distintas lenguas y que a través de la predicación de Pedro, se unieron los unos a los otros en el arrepentimiento, bautismo y efusión del Espíritu Santo. Una gran diversidad caracteriza hoy todavía a las Iglesias de Jerusalén y a las de todo el mundo. En Jerusalén esta diversidad puede fácilmente degenerar en controversia, ya que el actual clima político de hostilidad no hace más que acentuarlo. Pero como la Iglesia primitiva de Jerusalén, los cristianos y cristianas de Jerusalén nos recuerdan hoy que formamos un mismo cuerpo con muchos miembros, una unidad en la diversidad. Nos recuerdan que la diferencia y la diversidad no significan división y desunión, y que la unidad de los cristianos para la cual oramos siempre ha supuesto una real diversidad.
Oración: Dios intercultural, de quien procede toda vida en su gran diversidad, que llamas a tu Iglesia como a estar unida en el amor. Haz que comprendamos aún más nuestra unidad en la diversidad, y que nos esforcemos en trabajar juntos y juntas para anunciar y construir el Proyecto de Vida Buena, inspirado por tu inmenso amor para la humanidad, para la vida del planeta. Haz que tengamos siempre conciencia de que el Proyecto propuesto por Jesús es la causa de nuestra vida común. Te lo pedimos en la unidad del Espíritu. Amén.
Día tercero: La asiduidad a la enseñanza de los apóstoles nos reúne
Lecturas
Romanos 1, 15-17 Dispuesto dispuesta a proclamar la buena noticia
Juan 17,6-19 He dado a conocer tu nombre
Comentario
La Iglesia de Jerusalén en los Hechos de los Apóstoles se unía en la asiduidad a la enseñanza de las y los apóstoles, a pesar de la gran diversidad de lenguas y culturas entre sus integrantes. La enseñanza de las y los apóstoles consiste en dar testimonio de la vida, de la enseñanza, del ministerio, de los valores vividos por Jesús, de su fidelidad hasta la muerte y de la resurrección. Su enseñanza se resume en lo que Pablo llama simplemente “el Evangelio”. Se encuentra un ejemplo de la enseñanza de los apóstoles en la predicación de Pedro en Jerusalén, el día de Pentecostés.
A pesar de nuestras divisiones, la Palabra de Vida nos reúne y nos une. La enseñanza de las y los apóstoles, la buena noticia para todos en su plenitud, estaba en el centro de la unidad en la diversidad de la primera Iglesia de Jerusalén. Las y los cristianos de Jerusalén nos recuerdan hoy que no era solamente “la enseñanza de los apóstoles” lo que unía a la Iglesia primitiva, sino su asiduidad a esta enseñanza.
Oración: Dios de luz, te damos gracias por revelar tu verdad en Jesucristo, tu Palabra de Vida, que recibimos a través de la enseñanza de las y los primeros testigos y testigas de Jesús, transmitida en primer lugar en Jerusalén. Que tu Espíritu Santo siga santificándonos en la verdad de tu Hijo, para que por nuestra unidad en él crezcamos en la asiduidad a tu Palabra y sirvamos juntos a tu Proyecto de Vida Digna, en la humildad, el servicio y el amor. Te lo pedimos en nombre de Jesucristo. Amén.
Día cuarto: Compartir la vida, expresión de nuestra unidad
Lecturas
Hechos 4, 32-37 Todo lo disfrutaban en común
Mateo 6, 25-34 Antes que nada, buscad el Proyecto de vida plena
Comentario
La continuidad con la Iglesia apostólica de Jerusalén se manifiesta en “la asiduidad en la enseñanza de las y los apóstoles y la comunión fraterna, en la fracción del pan y la oración.” La Iglesia actual de Jerusalén nos recuerda, no obstante, las consecuencias prácticas de tal asiduidad: el compartir. Los Hechos de los Apóstoles afirman simplemente que “todas y todos, las y los creyentes vivían de mutuo acuerdo y todo lo compartían. Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual” (Hechos 2, 44-45). La lectura que hacemos hoy del libro de los Hechos vincula este compartir radical al “testimonio dado por las y los apóstoles de la resurrección de Jesús, con toda firmeza, y se los miraba con gran simpatía” Más tarde, los perseguidores de la Iglesia, en el Imperio romano, observarán con una clara perspicacia: “Miren cómo se aman”.
El compartir puede tomar muchas formas. Existe el compartir radical de la Iglesia apostólica donde nadie queda en la indigencia. Existe el compartir la carga, luchas, dolores y sufrimientos de unos a otros, de unas y otras. Existe el compartir alegrías y éxitos, bendiciones y curaciones. Existe también el compartir dones y compresiones mutuas a pesar de nuestra situación de separación, y en consecuencia un determinado “intercambio ecuménico de los dones”. Este generoso compartir es una consecuencia práctica de nuestra asiduidad a la enseñanza de las y los apóstoles, a la comunión fraterna, al servicio a las y los débiles; todo esto puede ser un fruto de nuestra oración por la unidad de los cristianos.
Oración: Dios de justicia, tus dones son ilimitados. Te damos gracias por habernos dado la oportunidad de trabajar para que todas y todos puedan alimentarse, vestirse y alojarse. Presérvanos del pecado de egoísmo que lleva a acumular, e incítanos a ser los instrumentos de tu amor, compartiendo lo que nos has dado con el fin de ser así los testigos y testigas de tu generosidad y de tu justicia. Te lo pedimos en nombre de Jesús, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.
Día quinto: La fracción del pan en la esperanza
Lecturas
1 Corintios 11,17-18.23-26 Hagan esto en memoria mía
Juan 6, 53-58 Este es el pan que ha bajado del cielo
Comentario
Desde la primera Iglesia de Jerusalén hasta ahora, la “fracción del pan” siempre ha sido un acto central para las y los cristianos. Para las y los de la Jerusalén actual, el partir el pan es tradicionalmente símbolo de amistad, perdón y compromiso frente a otros. Esta fracción del pan nos pone en el reto de buscar una unidad que pueda expresar algo de profético en un mundo de divisiones. También ese mundo es, de distintas maneras, tarea de todos nosotros y nosotras. En la fracción del pan, los cristianos y cristianas son el mensaje profético de esperanza destinado a toda la humanidad.
Actualmente, nosotras y nosotros rompemos también el pan “con un corazón grande y generoso”; pero cada celebración de fe nos recuerda también el hecho doloroso de nuestra desunión. En este quinto día de la Semana de oración, las y los cristianos de Jerusalén se reúnen en el Cenáculo, lugar de la última Cena. Y allí, sin celebrar la Eucaristía, rompen el pan en la esperanza.
Porque somos un pueblo que comparte su pan, somos un pueblo que lucha por conseguir una vida plena, como nos lo enseña la lectura del evangelio según Juan. Nuestras celebraciones de fe nos incitan a reflexionar sobre la manera en la cual se expresa día a día la abundancia de este don de vida, estemos en la esperanza o en las dificultades. A pesar de los retos diarios que conocen los cristianos y cristianas de Jerusalén, dan prueba de que es posible alegrarse y esperar. Lo mismo nos toca hacer a nosotras y nosotros.
Oración: Dios de vida y esperanza te rogamos que tu Espíritu nos ayude a adelantar el día en que toda tu Iglesia se reunirá para la fracción del pan, y para el servicio comunitario y, en la espera de este día, haz que aprendamos aún más a ser un pueblo comprometido con el servicio a las y los más débiles de nuestra sociedad. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Día sexto: Fuertes en la oración para actuar con amor solidario
Lecturas
1 Timoteo 2, 1-8 Que se hagan peticiones por toda la humanidad, por los reyes y por todos los que tienen autoridad…
Mateo 6, 5-15 Hágase de acuerdo al Proyecto de vida digna
Comentario
Después de la asiduidad a la enseñanza de las y los apóstoles, a la comunión fraterna y a la fracción del pan, la cuarta característica notable de la Iglesia primitiva de Jerusalén es la vida de oración, encarnada en la realidad en la que se vive. Los cristianos y cristianas de Jerusalén y de otras partes tienen hoy experiencia de esta oración en la cual encuentran el poder y la fuerza necesarios. Por su testimonio, los y cristianas cristianos de Jerusalén nos piden hoy tomar mejor conciencia de la manera como nos enfrentamos ante las situaciones de injusticia y desigualdad, allí donde estamos. En todo eso, es la oración la que da a los cristianos la fuerza para ejercer la misión común.
El dinamismo de esta vida de oración se arraiga en la enseñanza del mismo Jesús a sus discípulos y discípulas. En nuestra lectura del evangelio según san Mateo, nos proponemos hablar de la oración como una fuerza “secreta” que no es fruto ni de la soberbia ni del espectáculo, sino de la humilde presencia del Jesús resucitado en medio de su comunidad de fe y servicio. La enseñanza de Jesús se resume en el Padre Nuestro. Al decirlo juntos, formamos un pueblo unido que busca la construcción de un Proyecto de Vida Digna, que Jesús llamó “Reino de Dios”, que se construye desde el compromiso cotidiano y permanente.
Oración: Dios Padre nuestro, nos alegramos de que en diferentes lugares, y culturas hay personas que se vuelven hacia ti para orar. Te damos gracias sobre todo por el ejemplo y la enseñanza de tu Hijo, Jesucristo, que nos enseñó a perseverar en la oración para que se haga realidad el Proyecto de Vida Plena. Enséñanos a orar mejor para que tengamos siempre conciencia que tú nos guías y nos animas a través de todas nuestras alegrías y nuestros dolores, de nuestras luchas y proyectos, con la fuerza del Espíritu Santo. Amén.
Día séptimo: Vivir en la fe de la resurrección
Lecturas
Romanos 6, 3-11 Por el bautismo somos invitadas e invitados a construir una vida nueva
Mateo 28, 1-10 Jesús les dijo: “No tengan miedo…”
Comentario
La asiduidad de las y los primeros cristianos a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión fraterna, a la fracción del pan, a las oraciones y al servicio a las y los más débiles estuvo animada por la presencia del Espíritu en la comunidad. Esta fuerza continúa actuando, como dan prueba las y los cristianos de la Jerusalén actual. A pesar de las dificultades de la situación donde se encuentran, y cualquiera que sea la posible semejanza con Getsemaní y Gólgota, saben en la fe que todo se renueva en la verdad de la resurrección de Jesús de entre los muertos.
La luz y la esperanza de la resurrección transforman todo. Como anunció Isaías, la oscuridad se cambia en luz; todos los pueblos son iluminados. La fuerza de la resurrección irradia desde Jerusalén, lugar de la Pasión del Señor, y atrae a todas las naciones hacia su claridad. Es una nueva vida, donde la violencia se descarta y donde se encuentra seguridad en la construcción de un Proyecto de Vida Digna y liberada de las ataduras.
Oración: Dios, que por medio de tu Espíritu animas a nuestras comunidades de fe a proteger a la viuda, al huérfano y al extranjero en un mundo donde muchas y muchos conocen la desesperación, tú has resucitado a tu Hijo Jesús para llevar esperanza a la humanidad y renovación a tierra. Sigue consolidando y unificando tu Iglesia en sus luchas contra las fuerzas de la muerte y la opresión, en un mundo donde la violencia hacia la creación y hacia la humanidad obscurecen la esperanza en la realización del Proyecto de Vida Digna que tú ofreces. Te lo pedimos en nombre de Cristo resucitado, en la fuerza de su Espíritu. Amén.
Día octavo: Llamados y llamadas al servicio de la reconciliación y la justicia
Lecturas
2 Corintios 5, 17-21 Dios hizo la paz con el mundo por medio de Jesús y a nosotros y nosotras nos ha confiado este mensaje de paz
Mateo 5, 21-26 Deja tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano.
Comentario
Las oraciones de esta semana nos han llevado a hacer un planteamiento común. Guiados y guiadas por las Escrituras, somos llamados y llamadas a volver a nuestros orígenes cristianos, los de la Iglesia apostólica de Jerusalén. Vimos su asiduidad en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan, las oraciones, el compartir los bienes y el servicio a las y los más débiles. Al término de nuestras reflexiones sobre la comunidad cristiana ideal presentada en los Hechos 2,42, volvemos de nuevo a los contextos que son nuestros: realidades de divisiones, de insatisfacciones, de decepciones y de injusticias. Y allí, la Iglesia de Jerusalén nos plantea la siguiente cuestión: ¿a qué somos llamados y llamadas, aquí y ahora, desde nuestra realidad contextual, cuando terminamos esta Semana de oración por la unidad de las y los cristianos?
Los cristianos y cristianas de Jerusalén de hoy nos sugieren una respuesta: somos llamados y llamadas sobre todo al servicio de re-crear la esperanza, en medio de un mundo donde reina el escepticismo de que algo pueda cambiar, en donde las utopías están opacadas y en donde el liderazgo comunitario y popular está bastante desarticulado. Oramos por la unidad de las y los cristianos para que la Iglesia sea signo e instrumento de curación de las divisiones e injusticias políticas y estructurales; para una coexistencia justa y pacífica entre judíos, cristianos, musulmanes y personas de otras religiones; para que crezca la comprensión entre las personas de todas las creencias e increencias. En nuestras vidas personales y familiares, la llamada a la reconciliación y a re-crear la esperanza debe también encontrar una respuesta.
Una vez más, sabemos que esta “buena noticia” nos invita a modificar nuestra manera de vivir. Como Mateo lo relata, Jesús nos exhorta con determinación: no podemos seguir presentando nuestras ofrendas en el altar sabiendo que somos también responsables de las divisiones, la violencia y las injusticias que hay en la sociedad. La llamada a la oración por la unidad de los cristianos es una llamada a la acción comprometida y solidaria.
Oración: Dios de la paz, te damos gracias por enviarnos a Jesús como hermano solidario. Danos la gracia de ser verdaderas y verdaderos servidores de reconciliación y de la causa de la justicia en nuestras Iglesias. Ayúdanos así a ponernos al servicio de la reconciliación de todos los pueblos, en particular en la tierra de Jesús y en nuestra tierra dominicana y haitiana, el lugar donde quieres abatir el muro de separación entre los pueblos. Llénanos de amor a unos y a otros, para que nuestra unidad sirva a la reconciliación que deseas para toda la creación. Te lo pedimos en la fuerza del Espíritu. Amén.
DIA NOVENO: CELEBRACIÓN ECUMÉNICA DE LA UNIDAD Y EL COMPROMISO
P.: Animadora o animador de la celebración
A.: Asamblea
L.: Lector
I. Reunión
Himno de apertura
Invocación de apertura
P.: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. A.: Amen.
Fórmulas de apertura
P.: A todas y todos las y los cristianos de Jerusalén y a las y los participantes presentes, gracia y paz de parte de Dios Padre y de nuestro Salvador Jesucristo (1 Tes 1,1).
A.: Demos gracias a Dios.
Saludos
P.: Dios de misericordia y amor, tú nos has hecho a tu imagen. A.: Te alabamos y te damos gracias.
L.: Nos reunimos en tu nombre, para implorar que tu Espíritu fortalezca la unidad de todas las personas que confiesan a tu Hijo Jesucristo como modelo y Salvador de toda persona que acoge su propuesta de Vida Digna que él nos ha hecho.
A.: Dios nuestro, escúchanos y danos fuerzas para el camino.
L.: Apóyanos en nuestra debilidad y fortalécenos por tu Espíritu Santo.
A.: Envía tu Espíritu y reúnenos en la unidad.
L.: Dios de gracia, tú has prometido por tus profetas hacer de Jerusalén una morada para una multitud de pueblos, y una madre para un gran número de naciones. Escucha nuestras oraciones para que Jerusalén, la ciudad que has visitado, sea un lugar donde todas y todos puedan permanecer contigo y encontrarse en la paz. Roguemos…
A.: Te rogamos, óyenos.
L.: Dios de misericordia, que tu Espíritu vivificante anime todos los corazones, para que se eliminen las barreras de separaciones, que desaparezcan las sospechas, que cesen los odios y que tu pueblo, curado de sus divisiones, pueda vivir en la justicia y en la paz. Roguemos… al Señor.
A.: Te rogamos, óyenos.
L.: Dios de amor, escucha nuestras oraciones por las y los cristianos de Jerusalén. Pon fin a sus sufrimientos. Fomenta la concordia entre todos sus habitantes. Roguemos…
A.: Te rogamos, óyenos.
P.: Abre ahora nuestros oídos y nuestros corazones para escuchar la proclamación de tu Palabra y ayúdanos a vivir con más fidelidad en todo lo que hacemos y decimos, para que tu nombre sea glorificado y se extienda tu reino, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. A.: Amén.
II. Liturgia de la Palabra
Antiguo Testamento:
Isaías 58, 6-10
A.: Cantad al Señor un canto nuevo porque ha hecho maravillas (u otro himno basado en el Salmo 96)
Segunda lectura: Hechos 2, 42-47
Aleluya (cantado)
Deja allí tu ofrenda allí mismo delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; luego regresa y presenta tu ofrenda (Mt 5,24).
Aleluya, aleluya.
Evangelio: Mateo 5, 21-26
Comentario y diálogo comunitario
Himno
III. Oración penitencial
P.: Con las Iglesias de Jerusalén recordamos que las y los creyentes eran asiduos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna y en el servicio solidario. Confesamos nuestras faltas de fidelidad y fraternidad. Roguemos…
A.: Pedimos perdón, con humildad
P.: Con las Iglesias de Jerusalén recordamos que el temor ganaba todos los corazones y que eran testigos de muchos prodigios y señales. Confesamos la estrechez de nuestra vista que nos impide asumir nuestra responsabilidad con la construcción de la nueva sociedad. Roguemos…
A.: Pedimos perdón, con humildad
P.: Con las Iglesias de Jerusalén, recordamos que las y los creyentes ponían todo en común y ayudaban a las y los que estaban en necesidad. Confesamos que con frecuencia nos agarramos a nuestros bienes en detrimento de las y los más empobrecidos y excluidos. Roguemos…
A.: Pedimos perdón, con humildad
P.: Con las Iglesias de Jerusalén, recordamos que las y los creyentes oraban con asiduidad y partían el pan entre ellos y ellas en la alegría y la simplicidad del corazón. Confesamos nuestra falta de amor y generosidad. Roguemos…
A.: Pedimos perdón, con humildad
Profesión de fe (Símbolo de los Apóstoles, de Nicea, u otra fórmula adaptada)
Himno
IV. Letanía de la unidad de los cristianos
P.: Somos testigas y testigos de Jesús, encargados de su obra de de amor solidario y de reconciliación, y elevamos a Dios nuestras preces:
L.: Cuando oramos juntos en la diversidad de nuestras tradiciones,
A.: Tú que nos unes, haz visible nuestra unidad y da al mundo la paz y la justicia.
L.: Cuando leemos la Biblia juntas y juntos en la diversidad de nuestras lenguas y nuestros contextos de vida,
A.: Tú que nos unes, haz visible nuestra unidad y da al mundo la paz y la justicia.
L.: Cuando establecemos relaciones amistosas entre judíos, cristianos y musulmanes, y personas de otros credos religiosos,
A.: Tú que nos unes, haz visible nuestra unidad y da al mundo la paz y la justicia.
L.: Cuando trabajamos por la justicia y la solidaridad, cuando pasamos del temor a la confianza,
A.: Tú que nos unes, haz visible nuestra unidad y da al mundo la paz y la justicia.
L.: Por todas partes donde se sufre guerra y violencia, injusticia y desigualdades, enfermedad y prejuicios, empobrecimiento, A.:
Tú que fuiste herido, tú que nos unes, haz visible nuestra unidad y da al mundo la paz y la justicia.
P.: Con los cristianos y cristianas de Palestina, damos testimonio también del nacimiento de Jesús en Belén, de su ministerio en Galilea, de sus acciones solidarias con los débiles, de su enfrentamiento con el poder económico, político y religioso, de su muerte y su resurrección, y de la llegada del Espíritu Santo en Jerusalén; imploramos la paz y la justicia para todas y todos, en la segura y firme esperanza de e construyendo el Proyecto de Vida plena propuesto por Jesús.
A.: Tú que nos unes, haz visible nuestra unidad y da al mundo la paz y la justicia.
Padre Nuestro (cada uno en su propia lengua)
Fórmula de paz
P.: Jesús es portador de paz. Nos congregó en un solo pueblo; nos reunimos en su nombre y compartimos su paz.
Que la paz del Dios de la vida esté siempre con ustedes.
A.: Y con tu espíritu.
V. Envío
La asamblea invoca la bendición de Dios sobre sus integrantes que son enviadas, una vez más, para ser anunciadores/as y testigos/as de la Buena Noticia de la reconciliación, de la lucha por la justicia y la paz.
P.: Que el Padre, que es fiel a sus promesas y del que la ayuda nunca falta, les sostenga en su lucha por la justicia y sus esfuerzos para poner término a las divisiones. A.: Amén.
P.: Que el Hijo, que santificó la tierra de Palestina con su nacimiento, su ministerio, su vida solidaria, su fidelidad hasta la muerte y su resurrección, les conceda la liberación, la reconciliación y la paz. A.: Amén.
P.: Que el Espíritu Santo, que reunió en la unidad a los primeros cristianos y cristianas en Jerusalén, les una en la fidelidad a la enseñanza de las y los apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones, y les fortalezca para predicar y vivir el Evangelio. A.: Amén.
P.: Que les bendiga y les guarde el Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, para que su Espíritu les acompaña en la proclamación de su Buena Nueva en todo el mundo.
A.: Demos gracias a Dios.
Bendición
A.: Que la bendición del Dios de la paz y la justicia les acompañe; Que la bendición del Hijo que es solidario con todas las personas que sufren en el mundo les acompañe; Y que la bendición del Espíritu que nos invita a la reconciliación y a la reconstrucción de la esperanza les fortalezca ahora y siempre. Amén.
Himno